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Rioja da en el blanco

El vino blanco de Rioja ha permanecido en un segundo plano durante décadas en favor del tinto, que ha cabalgado a lomos de la uva tempranillo. El mercado, ávido de vinos tintos, concentró en esos caldos la atención de los elaboradores, arrinconando los grandes vinos blancos riojanos de comienzos del siglo XX con la viura como variedad estrella. El despertar se ha demorado hasta bien entrado el siglo XXI, tras su prolongado letargo, posterior a aquella primera etapa de esplendor iniciada hacia 1900.

“Las primeras marcas de blancos riojanos criados en roble aparecieron por influencia francesa”

En esa época, por influencia francesa, aparecieron las primeras marcas de blancos riojanos criados en roble, que alcanzaron el prestigio nunca logrado hasta entonces por los vinos sin envejecimiento. Se trataba de los “Cepa Chablis”, inspirados en los caldos elaborados en la Borgoña, que causaban furor en los bistrós y tabernas parisinas durante la Belle Époque. Como consecuencia, La Rioja incrementó el cultivo de viñedos de uva blanca, cuya presencia también era importante en el vino tinto para darle un toque más ácido y fresco.

Pero en los años 40 comenzó el declive de los blancos riojanos de calidad. Los viticultores comenzaron a arrancar viñedos de variedades blancas tras concluirse que no era tan necesaria en la mezcla con las tintas. A ello se sumó la introducción en La Rioja de uva o vino blanco de Cataluña. La decadencia se agudizó en los años 80 con el incremento del consumo de vinos afrutados jóvenes, espoleado por la albariño gallega.

“La mayoría de los bodegueros se decantó por elaborar vinos tintos con la tempranillo por bandera”

En esta pugna por ganar mercado, la viura no salió tan bien parada como la anterior, a la que se sumó la verdejo de Rueda. La uva blanca señera de Rioja, más austera y contenida que las otras, perdía la partida. La mayoría de los bodegueros se decantó por elaborar vinos tintos con la tempranillo por bandera, hasta el punto de que sus blancos solo representaban el 6% de la producción hace 10 años. La marginalidad del blanco de Rioja elaborado con viura tocó fondo.
El aire de los tiempos, sin embargo, vuelve a soplar a favor de la viura riojana. La compra de vino blanco, más fresco y afrutado, se ha disparado en todo el mundo en detrimento de los tintos. El aumento de los días calurosos y los nuevos hábitos gastronómicos con platos más ligeros hacen más apetecible beber un blanco servido frío. Si a ello se añade que presentan un precio medio inferior al tinto, todos los astros están alineados.

“Rioja posee diferentes uvas blancas, diversidad de microclimas y zonas, junto a una milenaria tradición vitivinícola”

Ahora ha llegado la oportunidad de lucimiento de la viura riojana, con sus notas florales, anisadas, a miel y a frutos secos. Las bodegas han sabido interpretar que ese aumento de la demanda también conlleva diversificar las elaboraciones y ahondar en la tipicidad del terruño. Y Rioja presenta las condiciones ideales para cumplir con todo. Posee diferentes uvas blancas, diversidad de microclimas y zonas, junto a una milenaria tradición vitivinícola. Esas condiciones permiten que las bodegas riojanas elaboren más allá de vinos jóvenes fermentados en acero inoxidable. Así, realizan envejecimientos en roble, fermentaciones en barrica o trabajo sobre lías, que dan lugar a blancos de gran volumen en boca, buscando estilos más gastronómicos y de guarda.

Las variedades son un punto a su favor, con la viura por bandera. Pero, además, cuenta con la tempranillo blanco, mutación de la tinta descubierta en 1998, propia de la región e inexistente en el resto del mundo. Además, su nombre está firmemente asociado a Rioja, por lo que su resonancia llega con más facilidad a los consumidores. La maturana blanca, la malvasía y la garnacha blanca se suman a esta calidad varietal por su aroma, adecuada acidez y armoniosa estructura. Y no se debe olvidar la minoritaria y poco apreciada calagraño, cuya singular personalidad puede aportar inusuales matices en las mezclas.

“Los vinos blancos de Rioja cuentan con muchos ases a su favor para colocarse en el podio mundial”

En la actualidad, el vino blanco alcanza en Rioja el 10% de su producción vinícola, en un paulatino ascenso espoleado por su diversidad y calidad. No obstante, los viñedos de variedades blancas riojanas escasean aún y, en muchos casos, están dispersos en parcelas pequeñas y mezcladas con variedades tintas. Pese a ello, los vinos blancos de Rioja cuentan con muchos ases a su favor para colocarse en el podio mundial. En Vinoteca Mendibil tenemos el honor de contar con algunos de esos excepcionales blancos riojanos.