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“La Rioja es mi tierra prometida”

AITOR IRAZU, ENÓLOGO Y ELABORADOR DE VINO

Los pequeños viñedos de su familia riojana y el trabajo en la hostelería durante años afinaron su pasión por el vino hasta convertirse en vocación. Ahora, el irundarra Aitor Irazu elabora sus propios vinos de forma experimental a partir de las viñas de sus abuelos en Fonzaleche, cerca de Haro. En un futuro se plantea lanzarse al mercado con sus personales vinos, marcados por la “frescura, ligereza, mucha acidez, y en los que predomina la fruta”.

¿Cómo llegaste al mundo del vino?

Siempre he sido bastante aficionado al vino, desde joven. Después, estudié ingeniería técnica agrícola y ahí empecé a interesarme por la viticultura y la enología. Además, mis abuelos son riojanos y siempre he tenido contacto con la viña y las vendimias. Tras terminar la carrera he estado muchos años en la hostelería, en contacto directo con las catas y las cartas de vino. Con todo esto, empecé a elaborar vino en 2012 a partir de la pequeña viña de mis abuelos. Experimentando, jugando… La familia no se fiaba mucho y me dejaron trabajar con una parte del viñedo. Hice unas 200 botellas de rosado. A lo largo de estos años he ido elaborando más vinos y en la última cosecha he sacado ocho.

¿Has dejado todo por dedicarte a la elaboración de vino?

Dejé la hostelería y he estado de monitor de natación. Compaginaba la viña con el trabajo y hacía lo que podía. Hace dos años me puse a estudiar un máster sobre enología en Logroño y vi que eso era lo que me gustaba. Me ha costado 40 años darme cuenta de que esto es lo que me apasiona, lo que me gusta. Este año he decidido dejar el trabajo y me he puesto a estudiar otro máster en Vitoria. He dicho: ahora o nunca. He estado aprendiendo en bodegas como Tarón, luego estuve en Remelluri un par de meses y ahora haciendo las prácticas en Roda.

Qué buscas en tus vinos?

De momento estoy en una fase de jugar, buscar el perfil. Me gustan los vinos, frescos, ligeritos, con mucha acidez y poca extracción, y en los que predomina la fruta. Estoy jugando con las variedades. Tengo garnacha, tempranillo, viura, garnacha blanca… Estoy recuperando un par de viñas abandonadas, unas cien cepas, que dan muy poco, pero es que no tengo más. De estas últimas saco 38 botellas. Es un trabajo bonito que nos conecta con el pasado, lo que ha sido La Rioja. Me gusta jugar con la uva blanca, meterla en algunos tintos y también he probado a meter algo de raspón.

¿Te planteas comercializar tus vinos?

Mientras esté en estas circunstancias, lo veo difícil porque hago 500 botellas. Sí estoy buscando dónde comprar o dónde alquilar viñedos, pero está complicado. Y estoy pensando en pedir derechos de plantación el año que viene. La Rioja es mi tierra prometida y me gustaría empezar con algo más serio. Siempre busco que los vinos sean lo más naturales posibles, con poco tratamiento y sin meter química en la viña. Trabajo en agricultura biodinámica y, por eso, me gustaría encontrar una zona que me permita esa viticultura.

¿Te da respeto esa posibilidad?

Empezar desde cero es complicado y más no teniendo familia bodeguera ni padrinos. Miedo siempre tienes. Pero tengo pensado empezar con una bodega, seguir aprendiendo y emprender un proyecto personal.